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Los días en los que aprendí lo que es la divulgación de la Ciencia

31/07/2014

Cuando empezó este último curso de la carrera de periodismo, ni imaginar podría que me tocará finalmente hacer las prácticas en el Departamento de Comunicación de un museo, de una Casa, ni más ni menos la Casa de la Ciencia. Desde que entré por esa gran puerta del Pabellón de Perú y recibí amablemente el saludo de Marino La Ballena supe que este mes iba a ser de muchos momentos interesantes, saludos, iniciativas y buenos proyectos que se guardarán irremediablemente en mi recuerdo.

¿Qué ha sido la Casa de la Ciencia para mí? Un lugar donde se palpa cada día el trabajo en equipo con esas llamadas de mesa a mesa preguntando "¿Qué te parece si lo hacemos de esta manera?, ¿Se te ocurre alguna idea para esto? y con exclamaciones del tipo "¡Venid, que necesito vuestra creatividad!". Qué grande es tener la oportunidad de trabajar en un ambiente donde no hay barreras a la imaginación y dónde sabes que estás rodeados de compañeros que te proponen nuevas salidas, enfoques y puntos de vista a tu trabajo cada mañana.

Y es que lo mejor del CSIC podrían ser sus exposiciones tan interesantes, el edificio con esa decoración prehispánica original que deja embelesado a cualquier visitante, los talleres de divulgación científica que tanto gusta a mayores y pequeños... Sin embargo, lo mejor es que detrás de todo eso hay algo inigualable: las personas que trabajan día a día porque eso sea posible. Erika, con sus faldas peculiares de diversos estampados y con su manera de ser tan receptiva, con sus cánticos mañaneros y su alegría. Iván con su acento cálido y el empeño que le pone a todas las cosas que hace. José, con sus bocetos y diseños que se los crea en un plis-plas y su atención por escuchar nuevas ideas aunque esté colapsado con la agenda de 60 páginas de talleres. Yolanda, atenta en todo momento para darle la vuelta con facilidad a las cosas cuando no salen como quieren. Tiene el don de reconocer el valor de cada persona que le rodea y potenciarlo. Lo que más me llama la atención cuando la escucho es que cuando va a proponer algo siempre dice "Me parece interesante que...". Buena manera de empezar proponiendo algo ( te lo robaré...). Otra persona muy cercana a mí estos días ha sido Lola con sus "¡No tenemos dinero, pero si nuevas ideas en la cabeza!" en la boca. Juan, un hombre que siempre llega a donde están Yolanda y Jose y saluda diciendo: "Cri-cri-cri". Juan se preocupó porque nunca me quedara a oscuras( gracias Juan por enseñarme donde estaba la luz).  Y en definitiva, a todas esas personas que aunque ya no se acuerdan de mi nombre ni yo del suyo llegaron alguna vez a la impresora (la mesa del becario está al lado, los becarios tenemos cara de papel) y saludaban y contaban una historia interesante.

Por esos paseos escaleras arriba y abajo fotografiando el museo para subir fotos a Instagram, ese cómic para los niños del Viaje de Ludovica, las notas de prensa de la Noche de los Investigadores, conocer el buen rollo de Proyecto Búho y las caras de alegría de los niños que lo disfrutan, los videos elaborados para la Casa, ese primer paseo por el museo, los bizcochos que llegan a la cocina, las risas continuas, por enseñarme como se trabaja profesionalmente y con cuidado al mínimo detalle... Por todo eso y más hoy lo que escribo aquí no es una despedida, sino una muestra de agradecimiento a la gran gente del CSIC, de la Casa de la Ciencia en Sevilla por no mandarmes a por cafés y por hacer de mí una atípica becaria. Se hace el camino al andar y por el camino nos encontraremos. ¡ Aupa la Ciencia!

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