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Día del Libro 2023: vuestra historia encadenada

25/04/2023

La lectura es una forma brillante de motivar nuestro sentido crítico, creatividad e inteligencia, es por ello que desde el Museo celebramos el Día del Libro como motor de impuso de una vocación lectora. Hemos celebrado esta ocasión con un relato que entre todos y todas habéis conformado. Agradecemos todas vuestras participaciones y aquí os mostramos vuestra historia encadenada: 

Papá me pregunta cuándo voy a dormirme hoy. Son las tres de la mañana y aún no he pegado ojo, como no lo he hecho en las últimas dos semanas. Pero sé que estoy cerca de conseguirlo. 

  • “Cariño, es tarde. La ciencia puede esperar, necesitas descansar” – me dice

Pero él no sabe lo que estoy a punto de conseguir, tantos años de trabajo están llegando a su fin, siento que voy a lograrlo, estoy más cerca que nunca. A partir de mañana la historia de la ciencia dará un giro de 180 grados, nada volverá a ser como antes…

Al principio nadie confiaba en mí. Fue muy duro ir a contracorriente. Cuando l@s chic@s de mi edad solo querían salir de fiesta y estar con sus amigos, yo estudiaba más y más para ser alguien recordado, alguien que pasara a la historia de la ciencia…

Quería ser alguien a quien se recordara por salvar vidas, alguien que siempre estudió para ayudar a los demás…

Con este objetivo, una mañana me levanté, hice la maleta y me uní a la expedición que partía hacia el Amazonas. Allí podría investigar y descubrir secretos de la naturaleza que ayudaran a salvar vidas…

En el Amazonas había animales como serpientes y lagartijas y encontré a un curandero que nos enseñó cómo mezclar hierbas para curar a gente…

De repente se hizo de noche y sin darnos cuenta nos sorprendió la oscuridad. Apenas éramos capaces de ver unos metros delante de nosotros. Pero unos minutos más tarde nuestros ojos se habían acostumbrado y un inmenso cielo de estrellas nos dejó sin palabras…

La mágica noche hizo que cada vez con más fuerza sintiera la llamada de la vida…

El viento zarandeaba los árboles, las estrellas se reflejaban en ellos su luz. Mi mente se veía zarandeada e iluminada por los mismos…

Seguí caminando por el prado oscuro mientras sentía cómo mis órganos funcionaban pues no parecía haber nadie más. Se escuchó algo en medio del silencio…

¡El respiro de una persona pidiendo auxilio asustado! Esa persona era Manuel, un chico. En su grupo estaban Rocío, Carmen, Juan, Mario y Bruno…

A su lado había un oso y llegó Spider-Man…

Pero entonces, una gran roca se movió descubriendo así una apertura en la pared. Spider-Man asoma sus dos arácnidos ojos hacia el interior y descubre un pasillo largo, adornado en sus laterales con piedras preciosas y estatuas de tiempos inmemoriales…

Lo que le llamó la atención era un olor, una esencia que se desprendía de aquellas piedras. Un olor a la vez mineral y de resinas exóticas. ¿A qué le recordaba…?

El grupo se adentró por aquel largo pasillo y el oso, puesto que ya no podía alcanzarlos, se fue. Spider-Man, al ver que el oso se había ido, se despidió del grupo y se marchó. Ell grupo de amigos se siguió adentrando en aquel pasillo. Aquel olor era cada vez más fuerte y los minerales y las resinas exóticas eran cada vez más abundantes…

Un viento huracanado emanaba del subsuelo y levantaba las hojas secas del bosque con bravura y sin compasión. Yo, perdido y asustado, me agarré al tronco del árbol que tenía justo a mi derecha, cerré los ojos con todas mis fuerzas y sentí como un frío estremecedor recorría mi cuerpo desde los dedos de mis pies hasta la nuca. Sentí que se apoderaba de mi yo, sentí miedo y angustia, como si algo o alguien se estuviera apoderando de mi maltrecho y cansado cuerpo. Cuando creí perder las fuerzas, cuando pensé que acabaría devorado por el bosque, apareció un rayo de luz en mitad de aquel caos, ese rayo de luz se abría como un intenso foco queriendo alumbrar a los barcos del mar, queriendo dar luz a mi angustiosa desesperación. Ahora, el olor que desprendían aquellas rocas, ese olor tan exótico, se tornó en un olor a tierra húmeda. Mi corazón empezó a latir cada vez más despacio y el miedo y el ruido jadeante de mi garganta me dio una tregua infinita. Cerré los ojos de nuevo y dejé caer mi cuerpo al suelo, como barco a la deriva, sin esperar que aquel superhéroe viniera a rescatarme, mientras mi cuerpo se iba desplomando, dejándose caer en lo más profundo de mi alma, aun cuando el leve recuerdo de las palabras de mi padre rebotaba sin cesar en mi mente. Mis dedos se deslizaban suavemente por el rugoso y áspero tronco mientras el balanceo incesante golpeaba mi pecho y me balanceaba hacia atrás hasta caer en los montones de hojas secas que dormían en mis pies. Una mano fría recorría mi mejilla acariciándome mientras me susurraba al oído: “Hola, hola, ¿estás bien?”. Abrí lentamente mis ojos y vi las caras de mis amigos alrededor de mi cuerpo formando un círculo. Carmen se reía mientras gritaba “¡Has tenido una pesadilla!” ¡Estabas pidiendo socorro!” …

El grupo de amigos prosiguió su camino por el Amazonas, acompañados por su amigo el curandero, el cual, les iba enseñando las plantas y las raíces que curan las diversas heridas que pudieran surgirles. Se iba ocultando el sol, cuando les sorprendieron algunos indígenas de una tribu cercana al río. El grupo de amigos pasó mucho miedo hasta que el curandero los tranquilizó. Él habló con los guerreros de la tribu, que habían salido a cazar. Se entendieron muy bien hablando entre ellos y ellos les propusieron al curandero cenar con la tribu entera. La luna llena y el cielo estrellado le maravilló al grupo de amigos, nunca habían visto una noche igual. Disfrutaron todos de una cena especial, variada y única. Eran animales cazados por los expertos guerrero de la tribu. Extraían el veneno de ciertas plantas y algunos insectos. Este veneno era extendido por las piedras que previamente habían preparado y afilado para la caza. El curandero lo escribía todo en su cuaderno de notas y a su vez se lo comentaba a su grupo de amigos para ayudar, posteriormente a curar a la gente de su pueblo. Manuel era el más curioso de todo el grupo y también quería ser curandero como su preciado amigo. Era fría la noche y todos durmieron alrededor del fuego, después de bailar todos juntos…

Al despertar escuché la voz de un hombre, “cariño, es hora de despertar” – me decía. No entendía nada, ¿quién era aquel hombre? Su voz me resultaba familiar. No me lo podía creer, me había quedado dormido estudiando, ¡todo había sido un sueño! Mi padre me había despertado, estaba a punto de conseguir cambiar el mundo de la ciencia cuando el sueño pudo conmigo.

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