Los humanos se caracterizan por ser seres vivos en constante búsqueda del progreso. El principal motor que guía el avance humano es el conocimiento, adquirido históricamente bajo la esperanza de obtener respuestas y saber más del mundo que les rodeaba.
Las tecnologías y su desarrollo son las responsables de ofrecernos nuevas perspectivas en ámbitos como la ciencia, la sociedad, la economía, industria e incluso gestión pública. El propio espíritu emprendedor del ser humano, tal y como indica la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital ha sido y es el responsable de solucionar problemas a los que la sociedad se ha enfrentado durante siglos.
Entre los resultados más actuales de este progreso humano se halla el desarrollo de una base de almacenamiento de datos que ha revolucionado el escenario digital hasta el momento: la Inteligencia Artificial (IA). La Comisión Europea define a la IA como “sistemas de software (y posiblemente también de hardware) diseñados por humanos que, ante un objetivo complejo, actúan en la dimensión física o digital: percibiendo su entorno, a través de la adquisición e interpretación de datos estructurados o no estructurados, razonando sobre el conocimiento, procesando la información derivada de estos datos y decidiendo las mejores acciones para lograr el objetivo dado”. A pesar de su auge reciente, según la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial, la IA nació como disciplina académica en 1956, un término acuñado por John McCarthy en la Conferencia de Dartmouth, sin embargo, desde entonces, se ha experimentado un crecimiento de datos exponencial, un notable avance en las capacidades y potencias de los sistemas de almacenamiento y el desarrollo de nuevos algoritmos y métodos de aprendizaje automáticos.
Son muchos los ámbitos que han experimentado un gran potencial de transformación gracias a la IA: en el ámbito sanitario ha contribuido al diseño de fármacos y reduciendo sus costes y tiempo de producción; en la industria de materiales, la ingeniería ha salido fortalecida gracias al desarrollo de nuevos biomateriales con mejores aplicaciones; el ámbito empresarial se ha visto reforzado gracias a la capacidad de la IA para predecir la demanda y aumentar la productividad; los profesionales de la educación han podido trabajar con la IA en la adaptación de los procesos de aprendizaje a las necesidades personales del alumnado e incluso ámbitos como el medio ambiente han experimentado mejoras entre las que destaca el aumento de la precisión en las predicciones meteorológicas o la eficiencia climática de edificios, entre otros aspectos, como expresa el informe.
Sin embargo, a pesar de lo beneficioso que puede llegar a ser su uso en numerosos ámbitos, es su progresiva autonomía y aprendizaje automático lo que preocupa a expertos y expertas. La IA puede llegar a procesar datos e información sin haber sido programado específicamente para ello, así lo indica el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Stuart Russell y Peter Norvig establecen en su libro “Inteligencia Artificial: Un enfoque moderno” algunos tipos de IA que visibilizan su potencial autónomo que progresa con cada modernización en este ámbito y con la aparición de nuevos sistemas:
- Sistemas que piensan como humanos: emulan la inteligencia humana e imitan la forma en la que estos piensan y resuelven problemas.
- Sistemas que actúan como humanos: emulan la inteligencia humana, pero en términos de comportamiento, basándose en la forma en la que estos actúan en el mundo.
- Sistemas que piensan racionalmente: se enfocan en la resolución de problemas de manera lógica y racional, buscando la precisión en sus decisiones.
- Sistemas que actúan racionalmente: basándose en la toma de decisiones y la acción en el mundo, toman decisiones en base a la información disponible.
La IA nos acompaña en nuestro día a día: crea anuncios personalizados en la publicidad que aparece en nuestros dispositivos, los motores de búsqueda muestran contenido basado en los gustos del usuario, la domótica ayuda a ahorrar energía, la lucha contra los ciberataques o las cámaras termográficas que reconocían la temperatura corporal en tiempos de COVID-19. Con el objetivo de mitigar los peligros que preocupan a los expertos y expertas, como la capacidad de reemplazo del personal humano en muchos campos, su uso negativo en guerras cibernéticas o la vulneración de la privacidad, las autoridades, como expresa este plan del Gobierno de España, están llevando a cabo medidas que regularicen su uso, fomenten la transparencia y garanticen que sean los profesionales cualificados en este ámbito los que implementen y gestionen sistemas de IA.
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con un instituto situado en Barcelona dedicado expresamente a estos sistemas: El Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial (IIIA). La actividad del organismo se centra en la investigación de las diferentes áreas de la inteligencia artificial, incluido el aprendizaje automático, la representación del conocimiento, los sistemas multiagente, las tecnologías de acuerdos, el procesamiento del lenguaje natural, el razonamiento, la optimización y la semántica.
La Inteligencia Artificial ha nacido para servir de ayuda al ser humano y en cuestión de pocas décadas ha experimentado un progreso sin precedentes. ¿Qué nos depararán las tecnologías del futuro?
Por Sara Adán
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