Entre planos y andamios: crónica de una reapertura [1]
24 de febrero. Las puertas del Museo se cierran a los visitantes, las exposiciones lucen su potencial, pero esta vez en un espacio en silencio. No hay risas, no hay bullicio. Las luces se apagan y cesa el jolgorio…pero no la actividad. Herramientas, furgonetas, trabajadores, montacargas, metros, cables… Comienza una nueva etapa en el Museo y eso significa cambios en mayúscula.
Para dar la bienvenida a esta nueva fase, era necesario decir adiós al contenido que nos había acompañado por tanto tiempo y que tanto nos había enseñado. La exposición ‘El Museo en la Antártida’ nos demostró que la investigación no cesa ni en las zonas más extremas del planeta, que nuestros actos tienen una repercusión infinita incluso a miles de kilómetros de distancia y que la protección de la biodiversidad es esencial para evitar consecuencias irreversibles en la Tierra. Por su parte, la exposición ‘El poder de los cristales’ nos enseñó el origen de la fascinación del ser humano por estos elementos y la relevancia de la cristalografía en el ámbito científico, dejándonos además disfrutar de maravillosos y únicos minerales.
Así finalizaba febrero en este centro de divulgación del CSIC, cuya puerta era testigo del tránsito de materiales que se despedían de sus instalaciones y aquellos que entraban para vivir una larga experiencia en su interior. Marzo ha visto pasar sus días entre martilleos y soldaduras, pero con un espíritu de ilusión que coronaba el recinto.
Hoy, 9 de abril, a pocas horas de abrir la nueva exposición, nos rodea un sentimiento de emoción y anhelo por volver ver a nuestro público disfrutar de nuestro nuevo contenido con las mismas ganas con las que se ha forjado. Las salas están completas, las luces están encendidas, las moquetas esperan las pisadas de un público ansioso por descubrir y el olor a madera aún inunda los pasillos. Es la mezcla perfecta para un viernes memorable.
Comienza una nueva etapa, damos la bienvenida a la temporada ‘Cerebro(s)’.
Por Sara Adán.