Los lugares tienen corazón [1]
En el Museo estamos encantados con nuestros visitantes. Si hiciésemos una radiografía humana de los mismos, podríamos decir que son gente colaboradora, que viene a aprender, que entiende las limitaciones económicas de hoy en día pero reconoce la voluntad que hay en las cosas que hacemos. Gente entusiasta que sigue cada paso que damos y nos ayuda a mejorar y a crecer en este proyecto. Gente que ha acogido como suyo un Museo de Ciencia en Sevilla. Y reconoce nuestro trabajo. De verdad, son muchos los mensajes a través de los distintos canales que nos animan a continuar.
No obstante, un pequeña parte de ese público que nos visita olvida que detrás de los horarios, las actividades, las ofertas y promociones, las exposiciones… hay personas que trabajan en ello. Personas que hacen todo lo posible por que funcionen las cosas lo mejor posible. El pasado fin de semana un señor increpó a nuestra recepcionista porque le parecía que dos euros por entrar en el Museo era demasiado dinero. “Me lo gasto mejor en una cerveza”, sentenció. Una maestra se enfadó hace poco porque decía que a los maestros debíamos ofrecerles un desayuno de cortesía, mientras los alumnos hacen las actividades. Una pareja se fue insultando al educador porque llegó tarde a la sesión del Planetario y no se le dejó pasar con la proyección iniciada. Otra señora nos puso una queja por no haber aparcamiento en el centro y estar media hora dando vueltas alrededor. Padres y madres que dejan a sus niños menores de 7 y 5 años solos en el Museo y se van a tomar café.
Todo lo que hacemos obedece a alguna razón. Evidentemente podemos equivocarnos, pero a algunas personas les falta empatía, capacidad para ponerse en la piel de quienes trabajamos en el Museo. Si permitiésemos que los niños entren solos, nos arriesgamos a que les ocurra algo sin su tutor. Si dejásemos entrar en el Planetario con la sesión comenzada, molestaríamos al resto de usuarios. Si bajásemos aún más la entrada, tendríamos que cerrar el Museo por incapacidad para financiarlo. Toda decisión lleva detrás una razón que previamente hemos estudiado.
No nos malinterpreten. Nos encantan las propuestas. De hecho, mucho de lo que hemos cambiado se lo debemos a ellas, y estamos agradecidos. Pero no así los ataques gratuitos, que demuestran la incapacidad de ponerse del lado del otro. Y creednos, hay gente que entra por la puerta como quien fuera a librar una batalla. Nuestro contraataque: una sonrisa.