Templos de sabiduría: las bibliotecas [1]
Las bibliotecas han ocupado un lugar relevante en la historia del conocimiento. Desde sus inicios se han encargado de conservar documentos de gran valor época tras época. Sin embargo, nada tiene que ver el concepto de biblioteca actual con los templos del conocimiento de siglos atrás.
Las bibliotecas de la antigüedad eran centros reservados a muy pocas personas, tan solo ciertos estamentos sociales tenían el derecho a ver materializado el pensamiento en forma de tablillas de arcilla, las primeras manifestaciones documentales que contenían conocimientos sobre astronomía, matemáticas o transacciones económicas. La Doctora en Filología y Jefa de Área de Gestión del Depósito de las Publicaciones en Línea en Biblioteca Nacional de España, María del Mar Pérez Morillo, indica que la biblioteca más antigua que se conoce es la Biblioteca de Ebla, datada aproximadamente del año 2500 a.C. Allí se descubrieron 17.000 fragmentos de tablillas de arcilla. Por aquel entonces ya se podían observar los primeros rasgos que podían clasificarla como tal: desde documentos clasificados hasta estanterías, incluso los lomos de las tablillas contaban con inscripciones que lo dividían por temas.
Más adelante, entre los años 323 y 282 a.C según la World History Encyclopedia, se constituyó una de las bibliotecas más relevantes de la historia, de la cual aún se habla. Se trata de la Biblioteca de Alejandría, un lugar que acogió gran parte del conocimiento de la Antigüedad. Según el libro La Biblioteca de Alejandría, de Hipólito Escolar Sobrino, este espacio pudo albergar aproximadamente 490.000 volúmenes literarios, académicos y religiosos. Tal fue su relevancia, que, además de servir como demostración de poder de los gobernantes de la época, también jugó un papel fundamental en el desarrollo de Alejandría como sucesora de Atenas en su labor como promotor de cultura. La información es poder y en el siglo III a.C. lo era más que nunca. Así lo demuestran expertos como Casson Lionel en su libro Libraries in the Ancient World, donde se habla acerca de los gobernantes que enviaban agentes reales con grandes sumas de dinero a adquirir todos los textos posibles, con independencia del autor o la temática. Algo que sí tenían en cuenta, tal y como indica este libro, era que, a la hora de adquirir estas copias, trataran de seleccionar las más antiguas ya que, en aquel momento, existía la creencia de que los documentos menos recientes eran resultado de demasiadas transcripciones y, por tanto, se alejaban del contenido escrito por el autor. Además de la compra de copias, también se invertía grandes cantidades de dinero en el trabajo de copistas y traductores. Según indica el historiador Juan Tzetzes, se llegó a contratar a traductores extranjeros para traducir textos que compraban a otros países. Claudio Galeno Nicon de Pérgamo, investigador y filósofo del Imperio Romano dejó constancia en sus escritos de un curioso hecho que sigue demostrando la importancia de reunir conocimiento durante la Antigüedad: un decreto de Ptolomeo II dispuso que todos los libros que se encontraran en un navío que entrara en Alejandría debía ser llevado a la biblioteca, donde los escribas oficiales procederían rápidamente a copiarlo.
Otra de las bibliotecas que han dejado huella en la historia de la difusión del conocimiento es la de Sarajevo, aunque este caso es mucho más triste. El 24 de octubre de cada año el mundo celebra el Día de la Biblioteca como puntos de encuentro y reunión, sin embargo, el origen de esta efeméride se encuentra en 1992, en un contexto de guerras yugoslavas, un conflicto étnico-religioso que tuvo lugar entre los años 1991 y 2001. Nikola Koljevic era un intelectual y usuario habitual de la Biblioteca de Sarajevo. Era un amante de la literatura, pero aún era más amante de la idea de la “Gran Serbia”, una concepción que se basaba en la pureza de la raza y el estilo oriental de la biblioteca rompía con ese esquema. Fue eso lo que le llevó a ordenar a las milicias serbias a que atacaran este edificio con bombas incendiarias. Esta masacre no solo acabó con miles de libros, sino que afectó sobremanera a las columnatas construidas en 1894. Muchas personas pusieron en riesgo su vida para adentrarse en la biblioteca y salvar cuantos libros fuese posible, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de documentos únicos y muy antiguos que allí permanecían, un legado que se consumió entre las llamas. Nikola Koljevic acabó suicidándose años más tarde.
Las bibliotecas han sido y siguen siendo guardianas de la sabiduría humana, además de ser testigos de la evolución del conocimiento y de la propia sociedad. En Sevilla, sin ir más lejos, la Biblioteca Americanista de Sevilla, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) custodia más de 89.000 obras entre libros, mapas y revistas. Se trata entonces de una de las mejores bibliotecas especializadas en América a nivel mundial, un edificio que guarda mucha historia.
Con el paso de los siglos se ha conseguido democratizar el aprendizaje, permitiendo que cualquier persona pueda acceder al conocimiento y que este no quede solo en menos de unos pocos, como ocurría en la Antigüedad. Su papel en la construcción de sociedades informadas y equitativas es lo que las engrandece, de ahí la razón por la que deben ser preservadas como tesoros de la humanidad.
Por Sara Adán.