La utópica seguridad del vapeo [1]
Durante los últimos años, el cigarrillo electrónico ha ido tomando relevancia en nuestra sociedad, estableciéndose como alternativa “menos perjudicial” al cigarrillo tradicional o, incluso, como método para dejar de fumar. Pero, ¿es real esa teoría?
Buscar un origen a este fenómeno es complejo, el listado de patentes en torno a métodos de tabaquismo “poco perjudiciales” o inventos relacionados con cigarrillos novedosos es largo, sin embargo, una abogada estadounidense especializada en patentes llamada Camille Higham centró su investigación en analizar esta confusa red histórica de invenciones. Según esta abogada, los primeros rasgos del cigarro electrónico o ‘vaper’ comenzaron en la década de los 60, a diferencia de lo reciente que pueda parecer. Concretamente, se trataría de la patente estadounidense número 3.200.819, perteneciente a Herbert A. Gilbert, quien definía su invento como “Smokeless Non-Tobacco Cigarette”, o en su traducción al español “Cigarrillo sin tabaco y libre de humos”.
Este prototipo sustituía la “quema del tabaco y papel” por “aire caliente, húmedo y aromatizado”. La idea de añadir aromas tenía el objetivo de evitar las ganas de fumar tabaco tradicional y uno de los sabores que incluía era el whisky irlandés, algo típico de aquella época. Sin embargo, ¿se estaba viviendo realmente el nacimiento de una alternativa más saludable al tabaco convencional? El auge de las ventas de estos dispositivos ha incrementado la necesidad informativa sobre ello, favoreciendo sobremanera el crecimiento de las ‘fake news’ (noticias falsas). En primer lugar, según la American Cancer Society (ACS), la mayoría de los cigarros electrónicos actuales contienen nicotina, una sustancia muy perjudicial que causa daño en el desarrollo cerebral, especialmente en el de los adolescentes y embarazadas, ya que peligra el desarrollo del feto. Un reciente estudio de la Agencia de Medicamentos y Alimentos (Food and Drug Administración [FDA]) ha desvelado que la cantidad de nicotina de estos dispositivos viene determinada por la carga de los cartuchos que se utilicen o la concentración del líquido con que sean recargados. Es decir, hay vapers que prometen no contener nicotina, pero en los que se ha detectado su presencia.
No solo es la nicotina lo que preocupa, los cigarrillos electrónicos, según la ACS contienen propilenglicol y/o glicerina vegetal, que aumentan la irritación de pulmones y vías respiratorias después de la exposición concentrada. El estudio ‘Impact on respiratory flow resistance, impedance, and exhaled nitric oxide’ reveló que sus efectos a corto plazo son similares a los efectos perjudiciales de los cigarrillos convencionales, incluso un estudio que llevó a cabo el Laboratorio del Tabaco de la Junta de Andalucía detectó dietilenglicol en el 42% de las marcas que se analizaron, compuesto que se utiliza en los anticongelantes de los coches. En cuanto a su uso como método para dejar de fumar, aún no se han demostrado evidencias científicas que apoyen este instrumento como uso terapéutico, sin embargo, la OMS (Organización Mundial de la Salud) ha prohibido a sus fabricantes anunciar este producto como método de tratamiento contra el tabaquismo. Y, finalmente, sobre su uso en jóvenes y adolescentes, su nocividad es aún peor, no solo por la peligrosidad de la nicotina sino porque puede que su uso motive al/ a la joven a experimentar con otros métodos más perjudiciales.
Ahora ya tienes más información sobre el fenómeno del ‘vapeo’. ¿Sigues pensando que es una alternativa saludable?
Por Sara Adán.