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Las huellas dactilares, nuestra firma biológica

21/11/2024

Las huellas dactilares son uno de los rasgos distintivos más sorprendentes del ser humano: resulta casi imposible encontrar dos personas con las mismas huellas dactilares ya que, aunque teóricamente no es imposible que se repitan, se ha calculado que la posibilidad de encontrar dos huellas iguales es de 1 entre 64.000 millones.

 Cada dedo de nuestras manos y pies siguen un patrón único de líneas y surcos que nos identifica de una manera infalible. ¿Qué son esos patrones? ¿Cómo se forman?

 Son patrones de líneas y crestas que se forman en la capa más externa de la piel, la epidermis. Estas protuberancias comienzan a formarse alrededor de la semana 13 de gestación y se trata de algo completamente único, incluso entre gemelos. Es el resultado de factores como presiones uterinas, presión sanguínea, posición del feto o factores ambientales en el entorno del útero como el propio líquido amniótico. En la naturaleza encontramos otro caso parecido: las rayas de las cebras. Al igual que ocurre con las huellas dactilares, no hay dos cebras con el mismo patrón de rayas.

Existen principalmente tres tipos de patrones de huellas dactilares:

  • Arcos: patrones simples en forma de arco que fluyen en una dirección
  • Lazos: son más comunes. Presentan una estructura en espiral que se despliega alrededor de un punto central.
  • Círculos: también se les conoce como ‘remolinos’ y se trata de patrones con un círculo central y líneas que giran a su alrededor.

 El uso más conocido de las huellas dactilares es en el ámbito de la criminología. El cine se ha encargado de trasladarnos muy de cerca cómo la ciencia forense resuelve crímenes gracias a la unicidad de estos patrones, útiles para vincular una escena del crimen con un sospechoso sin margen de error. Sin embargo, este método de identidad personal ya se utilizaba hace 4.000 años ya que la civilización babilonia ya usaba las huellas dactilares para firmar contratos. Pero no fue hasta mediados del siglo XIX cuando surgió el sistema moderno de reconocimiento. El destacado funcionario colonial británico en la India, William Herschell, es considerado pionero en este ámbito al sentar las bases del uso moderno de las huellas dactilares en la criminología y la identificación personal. Herschell estaba preocupado por varios casos de personas que se negaban a reconocer contratos firmados a mano con un sello y fue en 1858 cuando propuso a un comerciante hindú que le proporcionaba material de construcción que, en lugar de firmar el contrato, estampara detrás del mismo la palma de su mano mojada en tinta. Más adelante, descubrió que era más útil marcar estos documentos solo con las yemas de los dedos y, aunque era consciente de que esa marca no tenía valor legal, se percató de que comprometían emocionalmente al cumplimiento de lo acordado.

Tras reunir una gran cantidad de huellas dactilares, Herschell se dio cuenta de que estas marcas no cambiaban con el paso del tiempo y que cada persona tenía un patrón muy diferente e irrepetible. Tal fue este descubrimiento, que decidió escribir un informe al gobernador de Bengala, argumentando que “este método de identificación de personas era mucho más infalible que la fotografía”.

El gran salto definitivo a favor del uso de las huellas dactilares se dio en 1903, cuando dos hombres, William West y Will West compartían no solo nombre, sino una similitud física asombrosa. La prisión de Leavenworth recibía a un recluso llamado Will West y, aunque los funcionarios aseguraban que él ya había estado allí (William West), el propio recluso se negaba. Utilizaron entonces, como última prueba el sistema de huellas digitales, encontrando que eran personas diferentes. Este caso aceleró la adopción de huellas dactilares para usos forenses.

Las huellas dactilares son una de las maravillas de la naturaleza, un sistema infalible de reconocimiento y una herramienta que las tecnologías seguirán incluyendo en sus mejoras y actualizaciones.

Por Sara Adán.

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