El sistema nervioso del ser humano es una intrincada red de control en constante alerta de cualquier amenaza. La percepción de un sentimiento de miedo, ya sea real o imaginaria, desencadena en nosotros y nosotras un mecanismo de protección que nos hace estar preparados y preparadas para cualquier situación de emergencia.
Existen miedos comunes y miedos más individuales, por ejemplo, gran parte de la población puede sentir terror hacia la muerte, a la soledad o a los espacios cerrados, pero también existen fobias más peculiares, como el miedo a vomitar, a ir al dentista o a ver sangre. Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Qué experimenta nuestro cuerpo para sentir estas emociones?
El miedo es una sensación que nace en el cerebro, concretamente en la amígdala, ubicada en el sistema límbico. Cuando esta zona detecta una situación de alerta, desencadena una respuesta que activa las áreas del cerebro involucradas en la huida y la defensa, al mismo tiempo que libera las hormonas del estrés. Así lo explican los profesores de Psiquiatría de la Universidad de Wayne, Arash Javanbakht y Linda Saab. Gracias a este mensaje de alerta, el cuerpo se prepara para actuar rápido: se acelera la respiración, las pupilas se dilatan, aumenta la frecuencia cardiaca y la presión arterial, el cerebro se hiperactiva… Todos estos cambios son muy útiles ya que, si vamos de noche por la calle y alguien viene corriendo hacia nosotros, emprender una huida será mucho más sencilla si nuestro timo cardiaco es alto, pudiendo correr más rápido. A su vez, aquellos órganos que no son relevantes para la supervivencia, se ralentizan.
¿El miedo es siempre negativo? No tiene por qué. Un estudio de la American Pyshological Association demostró hace años que la exposición voluntaria al miedo puede resultar un aprendizaje, por ejemplo, ver una película de terror nos puede ayudar a manejar situaciones de estrés posteriores, ya que hace que nuestro cerebro aprenda a diferenciar entre el miedo real y las amenazas imaginarias.
Sin embargo, no todo el mundo experimenta los miedos de la misma manera. Hay personas que no llegan a procesar adecuadamente un recuerdo atemorizante, estableciéndose como miedo patológico o trastorno del estrés postraumático (TEPT), lo que significa que puede llegar a sentir terror excesivo incluso cuando no persiste ningún tipo de amenaza, tal y como indica un estudio publicado en Molecular Psychiatry.
Como conclusión, aunque haya personas que el hecho de experimentar miedo pueda llegar a atormentarles, se trata de una poderosa herramienta de supervivencia que nos brinda la naturaleza del ser humano y que nos capacita para afrontar situaciones peligrosas o de emergencia. El miedo que hoy experimentamos es fruto de una evolución que desempeñó un papel crucial en nuestros ancestros, responsable de su supervivencia y, aunque sus manifestaciones hayan variado con el paso del tiempo para adaptarse a factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales, sigue formando parte de la experiencia humana.
Por Sara Adán.
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