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El papel de la ciencia en la nueva normalidad: las emergencias climáticas

06/11/2024

Es una realidad estadística: las emergencias climáticas y las catástrofes naturales se han intensificado en las últimas décadas. Escenarios de inundaciones, incendios forestales, huracanes, sequías extremas y olas de calor son cada vez más comunes con motivo del cambio climático. Estos fenómenos ponen a prueba la capacidad de las gobiernos, comunidades e individuos para responder de manera eficaz a situaciones de emergencia, como la ocurrida hace unos días en Valencia con motivo de la DANA más dura de la historia del país.

Es en estos momentos donde escuchar a la ciencia y tomar decisiones informadas basadas en la evidencia científica y en la opinión de expertos/as se convierte en algo crucial para prevenir y mitigar y, sobre todo, para salvar vidas.

Entre los papeles más relevantes que ocupa la ciencia en estos contextos se encuentra el de la predicción y prevención. Gracias a la investigación, el personal científico está capacitado para anticipar fenómenos meteorológicos con mayor precisión, permitiendo a las autoridades tomar medidas preventivas. Tomando como ejemplo los huracanes y ciclones, la ciencia ha permitido, en numerosas ocasiones, emitir alertas tempranas que han conseguido salvar vidas, dando tiempo a las zonas que serán afectadas de evacuar y activar sistemas de emergencia. Del mismo modo, los sismógrafos son herramientas científicas esenciales para comprender la actividad sísmica y adelantarse a las magnitudes y, por tanto, consecuencias. Al igual que ocurre con el personal meteorólogo, que, mediante el uso de satélites, radares y estaciones meteorológicas son capaces de medir datos como la temperatura, la presión atmosférica o las rachas de viento, que pueden ser clave para predecir patrones climáticos a corto y largo plazo.

Asimismo, la investigación, además de prevenir, proporciona información valiosa sobre reducción de riesgos ante futuros desastres. Entre las estrategias que pueden seguir, se encuentran, por ejemplo, un manejo sostenible de los bosques para evitar incendios forestales, el uso de tecnologías de predicción más precisas o el diseño de infraestructuras resilientes ante episodios climatológicos extremos, cada vez más habituales.

Una vez se ha producido el desastre, la ciencia también cuenta con un rol destacable: planificación de la reconstrucción y/o la respuesta informada inmediata. Por ejemplo, en el caso de los incendios forestales, los/as expertos/as utilizan datos en tiempo real para, junto a los conocimientos del comportamiento del fuego y las condiciones del terreno, proporcionar datos útiles de cara a la toma de decisiones informadas. En el caso de las inundaciones, la ciencia puede proporcionar mapas de riesgos detallados que permitan a las autoridades preparar refugios, evacuar a la población más susceptible de daños y coordinar la distribución de recursos. La pandemia también es un ejemplo clave de cómo la ciencia se vuelca en situaciones de emergencias, en este caso, sanitaria, poniendo en valor la importancia de una circulación de información constante entre expertos/as, gobiernos y sociedad. Sin información precisa y experta, las respuestas a las catástrofes pueden ser, en muchas ocasiones, desorganizadas y, por tanto, ineficaces.

Sin embargo, uno de los mayores desafíos a los que se encuentra la ciencia y su papel en las emergencias de esta índole es hacer llegar la información verídica a la población. A menudo, las advertencias de la comunidad científica sobre posibles riesgos climáticos pasan desapercibidas hasta que ocurren los hechos y, cuando se tienen en cuenta, ya es demasiado tarde en muchas ocasiones. Asimismo, entre los actores políticos, es común resistirse a tomar decisiones basadas en la ciencia por algún interés ideológico, como lo que ocurre ante la emergencia del cambio climático. Es importante crear campañas de sensibilización que visibilicen la importancia de hacer caso a los datos contratados por la ciencia para avanzar en este sentido.

El futuro de la gestión de emergencias climáticas pasa por una colaboración aún más estrecha entre científicos, gobiernos y comunidades, además de seguir invirtiendo en investigación para seguir aumentando nuestro conocimiento en la predicción de desastres y en la respuesta ante catástrofes naturales. Escuchar a la ciencia puede ser clave para prevenir daños, salvar vidas y proteger a futuras generaciones de los efectos devastadores de la nueva normalidad: el clima extremo.

 

Por Sara Adán.

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