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Seis semanas, un tesoro. Reflexiones de mis prácticas en la Casa de la Ciencia

20/10/2016

La estructura que me ha acogido durante seis semanas en el marco del Módulo “practicum” del Master en Periodismo y Comunicación Científica de la UNED, es el lugar en el que habita la Ciencia en Sevilla

El Museo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) “Casa de la Ciencia”, no podría tener un nombre más apropiado. El Diccionario de la Lengua española cuenta con doce definiciones para la palabra “Casa”, siendo, la primera de ellas, “edificio para habitar”. Sin pretensiones y de acuerdo con el imaginario común, “Casa” transmite autenticidad, tradición, responsabilidad, compromiso, respecto. Embebida de estos valores y de muchos más, la estructura que me ha acogido durante seis semanas en el marco del Módulo “practicum” del Master en Periodismo y Comunicación Científica de la UNED, es el lugar en el que habita la Ciencia en Sevilla y al que acude el público inquieto de esta extraordinaria ciudad para satisfacer su curiosidad en Zoología, Ecología, Desarrollo Sostenible, Geología, Paleontología y Astronomía entre otras disciplinas.

 

 

Desde los recursos locales y el ambiente cercano, el trabajo del equipo de la Casa de la Ciencia lleva a su público desde el Suelo hasta las maravillas que se encuentran más allá del Sistema Solar”

Como estudiante en prácticas mis inquietudes vertían en los procesos de difusión y divulgación del conocimiento científico, del punto de vista de la preparación de los contenidos para el público más joven. Las herramientas conceptuales con la que me hice en la Casa de la Ciencia me llegaron de la familia que trabaja en ella. No encuentro un término más cónsono para definir al conjunto de personas que me ha recibido y formado a lo largo de este breve e intenso periodo de prácticas en el Museo. Se trata de profesionales que comparten el cariño por las cosas bien hechas, que preservan el rigor de los contenidos y cuidan la efectividad del diseño, cuyo esfuerzo en comunicación logra que el Museo, a los tres años de su apertura, ya juegue en papel clave en la formación científico-tecnológica de los escolares de la provincia. Desde los recursos locales y el ambiente cercano, el trabajo del equipo de la Casa de la Ciencia lleva a su público desde el Suelo hasta las maravillas que se encuentran más allá del Sistema Solar, pasando por los espectaculares habitantes de nuestros mares y la Ciencia del Siglo XVII de la mano de Miguel de Cervantes y su obra maestra. Respecto a mis inquietudes, y a pesar del esfuerzo de mis compañeros para involucrarme en cuantos más proyectos posibles, seis semanas han sido sí enriquecedoras, pero muy pocas para que estas quedasen todas satisfechas. De esta experiencia me quedo con que los Museos de Ciencia no están solo para exponer contenidos. Están para que el público reflexione sobre la innovación tecnológica y su papel en el desarrollo sostenible de nuestra sociedad y, sobre todo, para remover conciencias. Un fuerte interés por conocer la Tierra y la motivación hacía la búsqueda de nuevas estrategias para cuidar de nuestro planeta, deberían de ser los efectos surtidos por los contenidos de los Museos de Ciencia en todo individuo que los visite. Esta idea es el tesoro que me llevo de la Casa de la Ciencia, una nueva visión de los museos, estructuras dinámicas en continua remodelación que, al paso con los tiempos, juegan un papel clave en la educación de la ciudadanía siendo una herramienta indispensable para el aumento de las vocaciones científicas y de la sensibilidad hacía el medioambiente.   

 

 

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